Muertes

En la ebriedad de mis sueños cansados
le hice el amor a la muerte;
me sedujeron el sabor de su boca
y el silencioso encaje de su traje.

Mordí su carne absurda
hasta atravesar el ombligo,
acaricié sus senos huecos
hasta perturbar sus pezones
y entre sus piernas hurgué
orgasmos infames,
los que la muerte te da
cuando enloquece el alma.

Le hice el amor a la muerte,
a la mejor de las amantes,
a la que escupe veneno en los placeres,
a la que clava -mientras despiertas-
todo el amor entre necias espinas.

No quiero, No

No quiero tus labios,

No, no los quiero, no!
los dejo al tiempo
abandonados a su suerte.

Tampoco me sirve tu sonrisa,
que se esconda, que huya,
que ya no aparezca en tu rostro
que me entristece el alma.

De tus brazos me quiero apartar,
que tus manos no desfiguren más,
que ando por las calles vagando,
empujando algunas ventanas
que nadie quiere abrir…

Entre lagunas

Te encontré en una laguna,
descalza, dejando tus huellas
sobre húmeda tierra,
mojando tus instintos,
tus labios, mis pensamientos.

Y me quedé botado

en tus ojos negros
hipnotizado al fin,
rogándole al mismo Dios
que tu mirada recoja
lo que quedaba de mí…

Y anduve en tu mirada,

perturbado, enjaulado
en tu sonrisa rosada,
saludándole al tiempo
para que no se olvide
de tus manos en mi frente.

Pero te perdí en un lago

mientras recogía el agua
para mojar tus labios
y pintar tu sonrisa,
te perdí en un  instante
y le juré al viento
que tu sonrisa rosada
sería tatuaje en mi frente.