miércoles, 16 de junio de 2010

Amor de un Puerto

Amanecí contigo bajo las sábanas
en un cuarto de algún viejo hotel,
la luz que invadía por la ventana
se impregnaba en las paredes
y la cálida brisa que se esparcía
en el amplio espacio, abandonaba
un salado aroma de mar.

Te conocí la mañana anterior,
en una esquina quieta
del sublime café afrancesado,
respirando olores de moka,
vainilla y de un espresso machiato.

Luego de miradas sospechosas,
luego de un tímido… acércate,
luego de palabras cortas
que se extendían por los sentidos,
el malecón fue el cómplice perfecto
de una primera caricia de nuestros
labios tiernos y desesperados.

Por la tarde, la arena y la playa,
los pescadores y sus barcas,
se confundían en un escenario
que hacía éxtasis en el alma.

Ya por la noche, hay otra historia,
que no la cuento, me la reservo
para aquellos ratos en soledad.