jueves, 22 de noviembre de 2012

Muertes

En la ebriedad de mis sueños cansados
le hice el amor a la muerte;
me sedujeron el sabor de su boca
y el silencioso encaje de su traje.

Mordí su carne absurda
hasta atravesar el ombligo,
acaricié sus senos huecos
hasta perturbar sus pezones
y entre sus piernas hurgué
orgasmos infames,
los que la muerte te da
cuando enloquece el alma.

Le hice el amor a la muerte,
a la mejor de las amantes,
a la que escupe veneno en los placeres,
a la que clava -mientras despiertas-
todo el amor entre necias espinas.

No hay comentarios: